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MARTÍN FIERRO
Me gusta, negro ladino,
lo que acabás de esplicar—
ya te empiezo a respetar,
aunque al principio me rey—
y te quiero preguntar
lo que entendés por la Ley.
EL MORENO
Hay muchas dotorerías
que yo no puedo alcanzar—
dende que aprendí a inorar
de ningún saber me asombro—
mas no ha de llevarme al hombro
quien me convide a cantar.
Yo no soy cantor ladino
y mi habilidá es muy poca—
mas cuando cantar me toca
me defiendo en el combate—
porque soy como los mates
sirvo si me abren la boca.
Dende que elige a su gusto
lo más espinoso elige—
pero esto poco me aflige,
y le contesto a mi modo—
la Ley se hace para todos,
mas solo al pobre le rige.
La Ley es tela de araña—
en mi inorancia lo esplico:
no la tema el hombre rico—
nunca la tema el que mande,
pues la ruempe el vicho grande
y sólo enrieda a los chicos.
Es la Ley como la lluvia:
nunca puede ser pareja—
el que la aguanta se queja,
pero el asunto es sencillo—
la Ley es como el cuchillo,
no ofende a quien lo maneja.
Le suelen llamar espada,
y el nombre le viene bien—
los que la gobiernan ven
a donde han de dar el tajo—
le cai al que se halla abajo
y corta sin ver a quien.
Hay muchos que son dotores,
y de su cencia no dudo—
mas yo soy un negro rudo,
y aunque de esto poco entiendo,
estoy diariamente viendo
que aplican la del embudo.
MARTÍN FIERRO
Moreno, vuelvo a decirte:
ya conozco tu medida—
has aprovechao la vida
y me alegro de este encuentro—
ya veo que tenés adentro
capital pa esta partida.
Y áura te voy a decir,
porque en mi deber está—
y hace honor a la verdá
quien a la verdá se duebla,
que sos por juera tinieblas
y por dentro claridá.
No ha de decirse jamás
que abusé de tu paciencia—
y en justa correspondencia,
si algo querés preguntar—
podés al punto empezar,
pues ya tenés mi licencia.
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